sábado, 11 de febrero de 2012

Sismo eterno

La noche del Viernes 10 de Febrero parecía tranquila, hasta que a las 23:58 hrs. se nos volvió a mover el piso en la Región del Biobío. Dicen que el temblor fue entre 5.6 y 5.9, con epicentro al norte de Lebu, pero a estas alturas los datos se procesan y se olvidan fácilmente. Los temblores ya son parte de la vida habitual de los "biobenses" (a todo esto, se busca gentilicio oficial para los habitantes del Biobío).

¿Se acuerdan cómo eran las cosas en la época pre-Terremoto? Sin ir más lejos, recuerdo que ante cualquier "movimiento telúrico", mi mamá hacía 3 cosas fundamentales:
  1. Corría a ubicarse debajo del marco de una puerta.
  2. Miraba fijamente cómo se balanceaba la lámpara colgante del comedor, esperando que se normalizara lo más pronto posible.
  3. Sintonizaba la Radio Bio-Bio para ver qué tan fuerte había sido el remezón.
Gracias a Dios, mi mamá ya no estaba entre nosotros cuando pasó lo del 27 de Febrero de 2010 (no digo "27/F" porque lo encuentro tan siútico... Nadie dice "estoy de cumpleaños el 15/M"!). Además de su pánico a los temblores, se habría encontrado con la sorpresa que la magnitud del movimiento dificultaba o derechamente impedía su "ritual sísmico".

¿Por qué terminé hablando de mi Vieja? Tranquil@, lector/a! De a poco vamos al grano... La reacción de mi mamá representa más o menos lo que pensábamos desde 2009 hacia atrás: Catástrofes como terremotos y tsunamis estaban reservadas para países como Indonesia o Japón, y si pasó algo parecido a ello en Chile quedó guardado en los libros de Historia y en la memoria de los abuelos. "Esas cosas no pasan por acá..."

Pues bien, resulta que esas cosas terribles que uno veía sólo en CNN o en películas de acción eventualmente sucedieron. Y si el común de los mortales no estábamos preparados para enfrentar un terremoto 8.8 grados Richter, menos lo estaban nuestras brillantes autoridades, que se miraron unas a otras como diciendo "¿Y qué c... hacemos ahora?".

Acá es cuando me acuerdo del Tsunami falso de 2005, ese chiste masivo del que ahora todos se desdicen (haga el ejercicio, pregúntele a un penquista si arrancó esa noche. Seguramente le dirá que NO), pero que a varios nos enseñó que las autoridades de gobierno saben tanto o menos que nosotros. En esa oportunidad, la confusión y la ignorancia eran tales que pasaron muchas horas antes de escuchar a los alcaldes llamando a volver a las casas. Es por ello que, ante la inoperancia de los organismos de emergencia, la gente tuvo que aprender a la fuerza a diferenciar entre sismos leves, temblores de importancia y terremotos por la simple sensación de intensidad. Ni el mismo Sr. Mercalli habría soñado un uso tan eficiente de su escala.

Cuando en esta parte del mundo estamos ad portas de cumplir 2 años del 5to. terremoto más importante de la historia moderna de la humanidad, aún hay gente que se preocupa de tener la despensa bien abastecida o de tener a mano pilas y velas pensando en un eventual cataclismo. Y considerando que las intermitentes réplicas siguen apareciendo, esas personas tienen razón. Más sabiduría, más temor... Nuestra vida cambió.

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