viernes, 28 de diciembre de 2018

El camino largo



                La vida es, entre otras muchas cosas, una constante búsqueda de la felicidad. Desde que tenemos conciencia (e incluso desde mucho antes) solemos pasar nuestros días tratando de hacer lo que nos gusta, explorando sensaciones, recogiendo experiencias y, eventualmente, encontrando aquellas pasiones que nos acompañarán durante gran parte de nuestra existencia. Sin embargo, después de equivocar el rumbo y tropezar en un sinfín de oportunidades, puede darse el caso que efectivamente la encontremos, y no sepamos cómo reaccionar ante ello. En todo esto me puse a pensar aquel domingo por la tarde, mientras caminaba por la orilla de la Avenida Collao, luego de haber sido testigo de la hazaña del equipo de Esteban González. Ese día, Deportes Concepción había vencido a Ferroviarios, logrando el anhelado ascenso a Tercera División “A”. Simplemente, no sabía qué sentir.

                Caminando rumbo al centro, recordé esa tarde de sábado  en la que Deportes Concepción goleaba a La Serena por 4 a 0. Corría el mes de abril de 2016 y parecía que la Primera División dejaba la puerta entreabierta para nosotros (coincidirán conmigo en que el juego mostrado en cancha durante ese campeonato nos daba bastantes argumentos como para abrirla de par en par). Quizás crean que rememoraré todo el proceso de desafiliación, pero me gustaría aclarar que traigo esto a colación por un motivo distinto. Quise recordar ese momento porque ese fin de semana fue el último en mucho tiempo en que me sentí verdaderamente feliz, tanto en Collao como en mi vida en general. A partir de allí, tanto ustedes como yo navegamos por aguas turbulentas y cielos oscuros, recorrimos parajes desconocidos, incluso pudimos haber sufrido alguna crisis de fe en aquel tumultuoso camino... En fin, vivimos todas las frases literarias clichés en materia de desastres.

Claramente, en aquellos días no podíamos estar del todo felices si veíamos cómo arrastraban por el barro nuestro nombre, haciéndonos pagar los pecados de todo el fútbol chileno. Era imposible estar contentos si sólo pudimos presenciar unos pocos partidos de carácter amistoso en más de 500 días. “Siempre al Conce le cuesta todo el doble”, nos decíamos a nosotros mismos, quizás tratando de consolar esa parte de nosotros que aún no podía creer cómo en un par de años se fue todo a la mierda. “Ya vendrá la revancha”, pensábamos, mientras organizábamos el torneo Hexagonal del Biobío, donde empezamos a aprender los apellidos de jugadores que hoy ya son parte de nuestra historia. Los meses pasaron, y la alegría aún estaba lejana, aunque parecía acercarse cuando la ANFA confirmaba a principios de 2018 que Deportes Concepción participaría en el campeonato de Tercera División “B”, lo cual resultó ser un premio de consuelo menor para algunos escépticos e inconformistas con más ganas de ver una visita en Collao de Paredes o Pinilla que de perseguir una nueva manera de hacer las cosas, partiendo desde cero. “Ni ahí con ver fútbol amateur” escribía en redes sociales un pseudo-hincha lila, seguramente tecleando desde el Olimpo de los fanáticos de la Champions League y los derbys españoles. “¿Por qué no siguieron haciendo gestiones con Salah y la ANFP? Podríamos haber jugado en Segunda”, reclamaban aquellos que no tenían conflicto alguno con arrodillarse ante quienes nos llamaron “inviables” e implorar perdón por faltas que no cometimos. En este escenario, la camiseta lila volvía a competir, para alegría de miles de hinchas que, ignorando al escepticismo, apoyaron desde el primer momento al club, tal y como lo habían hecho por más de 50 años.

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Las voces negativas se perdieron en el horizonte una vez que el equipo de Giolito, Ignacio Hermosilla, Benavente y compañía comenzó a cosechar triunfos y a encantar a sus hinchas, que acompañaron en masa a los cachorros tanto en Collao como en todo el centro-sur de Chile. No obstante, así como sucede en un día normal en #Tropiconce, las nubes negras que se creían desaparecidas volvieron a oscurecer el panorama, una vez que los resultados no se nos daban. La inexperiencia de Esteban “Chino” González en la banca y la poca fortuna ante el arco rival de los delanteros lilas, entre otras cosas, detonaron en ácidas críticas, las cuales llegaron al punto de cuestionar las reales intenciones del directorio del Club Social para con el club. En este enrarecido clima, Deportes Concepción clasificaba a cuartos de final, donde se encontraría con el temido club Rodelindo Román, propiedad del futbolista nacional Arturo Vidal. El decisivo triunfo en Collao y la posterior clasificación en La Florida trajeron confianza al plantel, y de paso nos demostró a todos que este plantel era capaz de levantarse, luchar y ganar, aún cuando todo estuviese en su contra. Sin duda, se habían convertido en dignos representantes del pendón del Deportes Concepción.

Los periodistas y comentaristas analizaron futbolísticamente la llave de semifinales ante Ferroviarios. El directorio del Club Social y de Deportes Concepción seguramente ya realizó la evaluación financiera y deportiva del año 2018. Pendiente queda el trabajo personal, basado en el hecho de cuestionarnos qué significa realmente ser hincha del “Conce”, y si en realidad somos merecedores de tamaño honor. Por mi parte, la única certeza que tengo en estos momentos es que los derroteros de la vida me trajeron hasta este hermoso momento de la historia lila, y si bien no sabía qué sentir durante aquella gloriosa tarde de domingo, hoy lo tengo claro. Cuando eres consecuente y leal a tus convicciones, cuando tu apoyo es desinteresado, cuando eres parte del inicio de una historia que promete ser maravillosa, cuando prefieres recorrer el camino largo sólo porque confías en que el futuro será mejor, cuando ves la felicidad más pura y genuina en las caras de veinte mil personas, la palabra clave es una sola: Orgullo.                 

martes, 31 de octubre de 2017

Un simple recuerdo

No olvidamos a las personas que pasan por nuestras vidas. Simplemente, dejamos de recordarlas.

Me encantaría ser el autor de esa frase, pero en realidad no me pertenece. Eso sí, puedo reconocer que, con el tiempo, he llegado a asumirla y hacerla propia.

“En la vida no queremos sufrir”, dice la canción (¿ya adivinaron cuál?). Se supone que la felicidad está a la vuelta de la esquina, al alcance de nuestra mano (o de nuestro bolsillo), accesible para cualquier mortal. Esto hace que, si no la alcanzamos, o si acaso se nos ocurre perderla, nos convirtamos en verdaderos fracasos vivientes, almas en pena que vagan por las calles sabiendo que no son iguales al resto. La vida que nos venden debe estar siempre llena de felicidad, la amargura y el sufrimiento no son opciones válidas.

La felicidad no es difícil de conseguir, eso es cierto. Sin embargo, tampoco es algo automático, y su presencia no puede darse por sentada en nuestras vidas. A veces, creemos que viene de la mano de personas que entran en nuestras vidas y que nos hacen sentir alegres, queridos o especiales. Pero, ¿qué pasa cuando abandonan nuestras vidas? ¿Acaso podemos estar plenamente seguros de ser felices si todo el sentido de nuestra feliz existencia comienza a girar alrededor de otra persona?

Es allí cuando entra el olvido. O, al menos, eso queremos creer. Insistimos tanto la idea de recuperar la felicidad perdida a costa de olvidar a otros que terminamos olvidándonos a nosotros mismos. Y ahí está, según mi criterio, la clave de todas estas nebulosas palabras: Hay que aprender a vivir con el recuerdo. La fijación en el olvido y la consecuente desesperación por no conseguirlo de manera inmediata pueden terminar afectando nuestras vidas. Nos guste o no, cada persona que dejamos entrar a nuestra vida imprime su huella, la cual en algunos casos puede ser casi imposible de borrar. Por ello, hay que intentar tomar su recuerdo y dejarlo a un lado, sin negar su existencia. Con el tiempo, ese recuerdo se hará cada vez más pequeño, dejando espacio para otros recuerdos más agradables. Por supuesto, sería lindo “resetear” el pasado y vivir un presente limpio de polvo y paja, pero como eso no es posible, sólo nos queda asumir y avanzar.

La felicidad no es algo que se pueda comprar o vender. Tampoco hay atajos para conseguirla. Quiero creer que basta con estar convencido de quiénes somos y de lo que anhelamos lograr. Si hay personas dispuestas a ayudarnos, ¡bienvenidas sean! Pero mientras no sanemos internamente, sería injusto pensar que depende de los demás traer a nuestra vida aquello que nosotros mismos nos negamos a alcanzar. Aprender y corregir, soltar el recuerdo antes que olvidar de plano, vivir la vida en vez de sufrirla.

Espero que a estas ideas no se las lleve el viento, y que tanto yo como quienes se sintieran identificados podamos aplicarlas en nuestras vidas. Quizás algún día pueda acostumbrarme al recuerdo. Quizás algún día mire atrás y sonría. Quizás la mierda haya comenzado a desaparecer, y aún no lo sepa. 

jueves, 18 de febrero de 2016

El verano en Conce

Si usted es penquista (o ha estado en la zona el tiempo necesario para saber que una “pastilla” puede ser un dulce o golosina), coincidirá conmigo en que Concepción es una ciudad donde abundan las rarezas. Si no es así, considere nuestro particular clima pseudo-tropical; el río del que tanto hablamos y nos enorgullecemos, pero que nunca vemos; la curiosa cercanía entre Lautaro y Pedro de Valdivia en plena Plaza de la Independencia; las “tulipas”… (Para lo último, creo que no se necesita mayor explicación). Y, entre tanta rareza junta, no es difícil vislumbrar que el verano en Concepción también presenta rasgos bastante cuáticos, que nos demuestran que #TropiConce no se toma vacaciones.

Personalmente, creo que el verdadero verano comienza la semana posterior al Año Nuevo, bordeando la mitad del mes de enero, ya que es allí cuando se juntan las vacaciones de la mayoría de los trabajadores con el término de las actividades universitarias. Desde ese entonces, y hasta la última semana de febrero, el día a día penquista parece ser como un clásico domingo por la tarde, lo que algunos catalogan comprensiblemente como algo fome. Por supuesto, en una temporada plagada de imágenes de sol, playas, mar y diversión, un paseo por Barros Arana o en una UdeC casi vacía no parecen panoramas muy estimulantes. Es allí donde aparecen las visitas a los malls, o, si se tiene más presupuesto, a las playas de la zona (principalmente para comer, a menos que sea valiente y pueda soportar nuestro gélido mar).  


Entonces, ¿que se hace en Conce durante el verano?, ¿hay esperanza, o nos resignamos ante el aburrimiento? A pesar de la evidencia en contra, soy de la idea que siempre hay algo que hacer en Concepción. Si bien es cierto que no estamos en una zona tan turística como los lagos del sur o las playas del litoral central, hoy existen muchas más actividades veraniegas que hace una década. Además, las ciudades y pueblos cercanos a Concepción también ofrecen algunas alternativas para no quedarse en casa. La falla no está tanto en qué hacer, sino en cómo enterarse de las actividades. Debemos reconocer que somos pésimos para vendernos, para promocionar lo que hacemos, incluso para transmitir nuestra historia (a todo esto, vaya un aplauso para los talquinos y su muy bien organizada fiesta, ejemplo de cómo difundir la identidad). Simplemente, no nos creemos el cuento

En el fondo, Concepción es una ciudad interesante... Y ese es el problema, que es sólo "en el fondo" donde uno puede darse cuenta lo interesante que es. Como decía una gran persona que conocí, “Concepción es una ciudad de capas". Sólo hay que ir buscando capa por capa, hasta dar con lo que queremos. 

domingo, 19 de febrero de 2012

A palabras justas, oídos sordos

Sin duda, el conflicto social de Aysén ha acaparado la atención nacional esta semana. El bloqueo de Puerto Chacabuco, principal vía de entrada de insumos para la región, ha propiciado el desabastecimiento de insumos y productos necesarios para la vida cotidiana de los ayseninos. Sin embargo, el ánimo general de la población parece ser de apoyo al movimiento, agrupado bajo la consigna "Tu problema es mi problema".

Más allá de los bloqueos de caminos producidos por los manifestantes y las cifras macro-económicas con las que el Gobierno se defiende, quisiera tratar 3 puntos que (creo) no han recibido la atención que merecen.

1) La despreocupada actitud del Gobierno actual (y de los anteriores) de minimizar los conflictos antes de anticiparlos. Pareciera que cualquier movimiento social disconforme es un verdadero grupo de lunáticos, que no prestan atención a que alguna organización internacional nos sitúa dentro de los mejores 50 países del mundo, o desconocen que según el INE estamos un 0,056% mejor que hace 1 año. En resumen, no se ataca el problema, sino a los que señalan la existencia de dicho problema.

2) El asombro que produce la organización social regional en pos del desarrollo. Cuando el ministro Longueira sugirió que el movimiento social aysenino está siendo dirigido desde Santiago, sacó a relucir ese antiguo pensamiento nacional que está basado en la falta de ambición de las Regiones. Podríamos resumirlo en una frase como "Esa gente ha vivido así toda su vida, ¿para qué quiere un cambio?". La idea es que las Regiones "son como son", y si se quiere algo mejor es necesario dejarlo todo e ir a otra parte. Adivine dónde...

3) El deficiente trato que la clase política le da a las Regiones extremas. Ya que el sistema unitario no permite darle mayores beneficios a determinadas zonas, ¿en qué quedan las promesas de los candidatos en época electoral? En vista que ahora se dice en Aysén que es complicado modificar el sistema, casi imposible, que todo Chile es igual y etc., etc., ¿deberían ser juzgados por injurias y calumnias aquellos diputados o senadores que, en época de elecciones, digan "voy a luchar para que parte de las ganancias del cobre se queden en Calama" o "mayor autonomía para Rapa Nui"? Aquí es cuando surge la pregunta que cualquier elector de Regiones puede hacerse el día de hoy: ¿Cuál es mi motivación para votar por el candidato A o B, si no será capaz de resolver los problemas de mi región?

Quizás el movimiento social aysenino no logre ningún beneficio. Tal vez el Gobierno aplaque el desorden y despeje los caminos. Incluso, todo lo que pasó esta semana en Aysén puede quedar en el recuerdo. Lo que realmente debemos sacar como conclusión es que, conflicto tras conflicto, la gente se muestra impaciente por que la escuchen y ya está hastiada del típico discurso oficialista de los gobernantes de turno. A este Gobierno (y al próximo) ya no le basta con hablar, debe empezar a actuar en concordancia a la nueva mentalidad chilena.

lunes, 13 de febrero de 2012

El Dato Semanal: El lado oscuro (e interesante) de New York.

Esta vez, les recomiendo un especial sobre Nueva York que alguna vez transmitieron por VH1. La gracia de este programa es que trata sobre una ciudad diametralmente distinta a la que se puede ver en la actualidad; "la capital del mundo" sometida al crimen y la delincuencia, con servicios públicos colapsados y una degradación total de la vida cotidiana.

Sin embargo, este ambiente tan sórdido sirvió para el crecimiento de 3 corrientes musicales bastante distintas entre si: la música disco, el hip-hop y el punk. A través del reportaje, los propios protagonistas relatan el nacimiento de verdaderos estilos de vida, que marcaron a más de una generación. Entremedio, se enlazan historias de política (la reñida elección municipal de 1977), crisis social (apagón eléctrico total de New York) y asesinatos (aparición del asesino en serie conocido como "el Hijo de Sam").

Si tienen tiempo, traten de ver estas y otras historias, contenidas en este especial de VH1 llamado "NY 77: The Coolest Year In hell".


sábado, 11 de febrero de 2012

Sismo eterno

La noche del Viernes 10 de Febrero parecía tranquila, hasta que a las 23:58 hrs. se nos volvió a mover el piso en la Región del Biobío. Dicen que el temblor fue entre 5.6 y 5.9, con epicentro al norte de Lebu, pero a estas alturas los datos se procesan y se olvidan fácilmente. Los temblores ya son parte de la vida habitual de los "biobenses" (a todo esto, se busca gentilicio oficial para los habitantes del Biobío).

¿Se acuerdan cómo eran las cosas en la época pre-Terremoto? Sin ir más lejos, recuerdo que ante cualquier "movimiento telúrico", mi mamá hacía 3 cosas fundamentales:
  1. Corría a ubicarse debajo del marco de una puerta.
  2. Miraba fijamente cómo se balanceaba la lámpara colgante del comedor, esperando que se normalizara lo más pronto posible.
  3. Sintonizaba la Radio Bio-Bio para ver qué tan fuerte había sido el remezón.
Gracias a Dios, mi mamá ya no estaba entre nosotros cuando pasó lo del 27 de Febrero de 2010 (no digo "27/F" porque lo encuentro tan siútico... Nadie dice "estoy de cumpleaños el 15/M"!). Además de su pánico a los temblores, se habría encontrado con la sorpresa que la magnitud del movimiento dificultaba o derechamente impedía su "ritual sísmico".

¿Por qué terminé hablando de mi Vieja? Tranquil@, lector/a! De a poco vamos al grano... La reacción de mi mamá representa más o menos lo que pensábamos desde 2009 hacia atrás: Catástrofes como terremotos y tsunamis estaban reservadas para países como Indonesia o Japón, y si pasó algo parecido a ello en Chile quedó guardado en los libros de Historia y en la memoria de los abuelos. "Esas cosas no pasan por acá..."

Pues bien, resulta que esas cosas terribles que uno veía sólo en CNN o en películas de acción eventualmente sucedieron. Y si el común de los mortales no estábamos preparados para enfrentar un terremoto 8.8 grados Richter, menos lo estaban nuestras brillantes autoridades, que se miraron unas a otras como diciendo "¿Y qué c... hacemos ahora?".

Acá es cuando me acuerdo del Tsunami falso de 2005, ese chiste masivo del que ahora todos se desdicen (haga el ejercicio, pregúntele a un penquista si arrancó esa noche. Seguramente le dirá que NO), pero que a varios nos enseñó que las autoridades de gobierno saben tanto o menos que nosotros. En esa oportunidad, la confusión y la ignorancia eran tales que pasaron muchas horas antes de escuchar a los alcaldes llamando a volver a las casas. Es por ello que, ante la inoperancia de los organismos de emergencia, la gente tuvo que aprender a la fuerza a diferenciar entre sismos leves, temblores de importancia y terremotos por la simple sensación de intensidad. Ni el mismo Sr. Mercalli habría soñado un uso tan eficiente de su escala.

Cuando en esta parte del mundo estamos ad portas de cumplir 2 años del 5to. terremoto más importante de la historia moderna de la humanidad, aún hay gente que se preocupa de tener la despensa bien abastecida o de tener a mano pilas y velas pensando en un eventual cataclismo. Y considerando que las intermitentes réplicas siguen apareciendo, esas personas tienen razón. Más sabiduría, más temor... Nuestra vida cambió.

lunes, 6 de febrero de 2012

El Dato Semanal: Viaje al centro del Biobío.

Inauguro esta sección recomendando el reportaje de Víctor Bascur Anselmi titulado "Tren Corto Laja: la máquina del tiempo". (Diario El Sur de Concepción, 5/2/2012)

Viajé en el "Corto Laja" hace poco y puedo confirmar es un trayecto bastante entretenido, que bordea el Río Biobío y recorre lugares apartados de los grandes centros urbanos, constituyendo un tipo de turismo poco explorado en nuestra zona.

Y dicen que Concepción es aburrido...